Cuentan que antes de
las competiciones Arnold
Schwarzenegger
se ponía hasta arriba de dulces y que eso le podría ayudar a
construir más músculo. Por lo visto es una práctica relativamente
conocida dentro del mundo del culturismo
que se llama “backcarb
loading“.
Hoy lo llamariamos Twinkie diet. Para comprobar su validez un editor de la revista Tech
Crunch, Gregory Berenstein, decidió someterse a un plan de
entrenamiento y dieta durante tres semanas y ver si efectivamente, se
conseguía más masa muscular.
Ya han existido antes
otros experimentos extremos de dietas como el
hombre que comía 30 patatas al día, o colesterol y huevos. Por supuesto, estas dietas
están lejos de ser recomendables, pero sí que tienen un gran valor
como experimentos individuales que nos permiten cuestionarnos
algunos aspectos de la nutrición y el metabolismo.
Por ejemplo, que las patatas engordan o que los huevos suben el
colesterol. Ojo, no digo que no sea el caso, sino que en los casos
estudiados esos efectos no se daban y lo interesante es conocer sus
causas.
¿Te imaginas que
después de un duro entrenamiento en el gimnasio con pesas, te fueras
a tu heladería favorita y te pidieras el helado más goloso que
tuvieran? Pues bien, esto es justo lo que hacía Berenstein para
comprobar que la dieta “backcarb loading” funcionaba.
Interés del experimento
Esta dieta pone
en cuestión varios aspectos de la nutrición.
Por un lado, que para construir más masa muscular es imprescindible
comer más proteínas, y por otro, y no menos importante, que para
perder peso es requisito imprescindible incurrir en un déficit de
calorías. Gastar más calorías, de las que se ingieren. Pues bien,
lo sorprendente de este experimento es que ambos supuestos no se
dieron siguiendo el protocolo. Además, hay un tercer mito
nutricional que parece cazar, y es que comer hidratos por la noche,
necesariamente engorda.
Berenstein puso
mucho cuidado en llevar una
metodología precisa para medir sus progresos con la dieta.
Por supuesto, anotó en una hoja de cálculo sus comidas, pero
además, usó un dispositivo biométrico para contabilizar su gasto
energético. Es una especie de banda que se pone en el brazo y
detecta el calor generado. Además, midió su índice de grasa
corporal con un aparato de bioimpedancia.
Los resultados, al
cabo de tres semanas, fueron sorprendentes. Había logrado ser más
fuerte, tener más masa muscular, perder peso, y todo ello comiendo
los helados y dulces más apetecibles que os podáis imaginar.
¿Cómo lo hizo y por qué funcionó?
Para empezar, parece
clave la hora del día a la que se realizan, no solo las comidas,
sino también la hora a la que se entrena.
Por ejemplo, la hora del entreno era siempre por la tarde, entre las
16 y las 18 horas, y solo después era cuando se ingerían los
hidratos en forma de dulces. Y a la cama. Al día siguiente se
evitaba el desayuno. Según su autor, al hacer esto, se evita que se
genere cortisol
cuya presencia en el cuerpo parece que interfiere en el catabolismo
de las grasas. Es decir, como algunos estudios sugieren, estar
estresado no parece ayudar mucho a quemar grasas.
Los entrenamientos
en el gimnasio eran del tipo
alta intensidad. Es decir, con mucho peso, pocas repeticiones y
ejecutando los ejercicios a un ritmo muy lento. Como podéis ver en
las gráficas el método funcionó.
Mejora del
rendimiento en gimnasio
Calorías, peso y grasa
corporal tras 3 semanas
Otro aspecto
interesante es que ingirió unas 3500 Calorías, de las cuales, en
ocasiones unas 1500 correspondían a postres. Es de suponer que
puesto que estaba entrenando bastante intensamente, el exceso de
calorías fuera a parar a masa muscular en vez de ir a grasas.
Posiblemente, otra muestra de la flexibilidad y la adaptabilidad de
nuestro metabolismo.
¿Cómo es posible?
Para empezar, nos muestra que nuestro metabolismo es extremadamente
flexible. En realidad es una gran ventaja evolutiva de la especie
humana. Ante una carga de trabajo grande, y aunque no hubiera
proteínas suficientes, el estímulo recibido provoca que el
organismo se las apañe para construir músculo. Parece ser que ante
una carga gran de trabajo, el cuerpo prefiere antes tirar de hidratos
que de grasas para este proceso anabólico. Además, Berenstein
complementó su dieta con Leucina, algo que ya estaba tomando antes,
así que no afectó en el resultado final.